iense en su infancia por un momento. O quizás en su adolescencia. Tal vez incluso ya había salido del cole-gio. ¿Recuerda cuándo se enfrentó por primera vez cara a cara con el marketing y lo reconoció como una herramienta, como algo concebido para contactarlo a usted como con-sumidor? Hoy, en retrospectiva, puedo detectar ese momento; pero debo primero decir que en ese momento no me di cuenta de lo que ocurría. De modo que prefiero responderlo en base a dos momentos: primero, cuando me encontré con el marke-ting y hoy detecto que eso era el marketing actuando sobre mí; y luego, cuando me encontré con el marketing y dije “uau, esto funciona”. Yo crecí en Ecuador en una familia de clase media. Mis padres, profesores, muy creyentes del valor de la educación como herramienta de movilidad social. A mis ocho años, me sacaron del colegio local en el que yo estu-diaba y me pusieron en el colegio alemán de Quito. El mundo entonces era mucho más grande que hoy: no había internet y todo lo que sabíamos de más allá de nuestra ciudad era lo que leíamos en los periódicos o veíamos en los noticieros. P