Yo en ese momento comencé a sentir una tensión muy fuerte, por querer pertenecer a un mundo que no era el mío, pero que sí era el mío durante las horas en el colegio. Muy interesante. Y eso sí, desde el punto de vista positivo lo que eso me dio fue tolerancia a la diversidad. Porque yo, muy jovencito, me enfrenté a ella: a personas que pensaban diferente, que no veían el mundo como yo. Fue muy rico ese recorrido. He allí, entonces, aquel primer momento al que usted se refería: queda el segundo, el de la identificación conscien-te y sincrónica del marketing como herramienta. Allí vamos. A los 17 años terminé el colegio y me fui solo a vivir a Brasil, a estudiar en la Universidad de San Carlos (nota de la redacción: a 240 kilómetros de San Pablo). Así comencé, por un lado, mi recorrido de ir ampliando mi visión del mundo. ¡Para mí, ir en esa época a Brasil ―donde terminé pasando cinco años― era lejísimos! Yo estaba en Brasil y era como estar en China hoy en día. Y allí, en Brasil, que vivía una época de oro de la publicidad, comencé a enfrentarme a marcas increíbles y enormes: Bombril, los garoto-propagandas, Bamerindus, toda esa gente a la que yo miraba y decía “¡uau!”.