9 Boletín Salesiano | de perder la conexión con nosotros mismos. Esta desconexión, vivir sin un centro, afecta a los jóvenes en nuestras comunidades, y sus efectos son notables en su comportamiento y actitudes. El segundo sucesor de Don Bosco, don Pablo Álbera, re-cuerda: “Don Bosco educaba amando, atrayendo, conquistan-do y transformando. Nos envolvía a todos casi por completo en una atmósfera de alegría y felicidad, de la que se desterra-ban penas, tristezas y melancolía… Escuchaba a los niños con máxima atención, como si lo que dijeran fuera muy importante”. El primer placer de la vida es ser felices juntos: “Una alegría compartida es doble”. La consigna del educador es “estoy bien contigo”. Una presencia que es intensidad de vida. Don Ceria, un biógrafo de Don Bosco, cuenta que un alto pre-lado, después de una visita a Valdocco, declaró: “Tenéis una gran fortuna en vuestra casa, que nadie más tiene en Turín y otras co-munidades religiosas. Tenéis una habitación en la que cualquiera que entra lleno de penas sale radiante de alegría”. Don Lemoyne anotó a lápiz: “Y mil de nosotros hemos hecho la prueba”. Un día Don Bosco dijo: “Entre nosotros, los jóvenes parecen hijos de una familia, todos dueños de casa; hacen suyos los inte-reses de la congregación. Dicen ‘nuestra’ iglesia, ‘nuestro’ colegio, todo lo que concierne a los salesianos lo llaman ‘nuestro’”. Este nuevo curso es una oportunidad para cuidarnos a no-sotros mismos en lo que es más esencial e importante. Por ‘nuestra’ familia. P. Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de los Salesianos