La adopción de este tipo de procesos permite minimizar los riesgos para el productor, enriquecer la biodiversidad local y mejorar la fertilidad y el uso de la tierra, aumentando así directamente la productividad y beneficiando al medio ambiente. Además, el sistema puede recuperar zonas degradadas y secuestrar carbono, generando un ahorro para el agricultor. Un estudio sin precedentes publicado en el Journal of Cleaner Production por la investigadora Marcela Costa demostró que, para alimentar y suministrar energía a unos 500 brasileños, con el sistema ILPF se necesitarían unas 70 hectáreas, mientras que en las producciones convencionales se necesitarían 420 hectáreas para satisfacer la misma demanda.