P. Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de los Salesianos Así de hermoso e impactante venía siendo mi día de Epifanía cuando a la salida del templo un matrimonio de mediana edad me saluda y felicita. También con rostros de alegría y serenidad, pese a que el esposo estaba aquejado de cáncer. Ambos me hablaban con certeza de que deben vivir este momento y la enfermedad confiados y abandonados en Dios. Y por último, entre todos los saludos, una madre de avanzada edad, que al presentarse me recordó que años atrás había perdido a uno de sus hijos por enfermedad, y que ella, en estos momentos, estaba sufriendo cáncer. Solo me pedía que la tuviera presente ante el Señor. Le pregunté cómo se sentía y me dijo que con dolores, pero muy confortada en la fe. Puedo asegurarles que no tenía palabras que decir, porque había sido muy intensa la emoción que viví a lo largo de toda la mañana y los testimonios de vida que llegaban a mí me sobrecogían. No podía prometer menos que mi oración a cada uno, y así lo vengo haciendo. Al mismo tiempo, tomo conciencia, una vez más y más fuer-temente, de cómo el Señor sigue haciendo cosas grandes en los humil-des, en los más golpeados por situaciones de la vida, quienes sienten que solo Él es realmente consuelo y auxilio. Me parece tan importante todo esto que no puedo guardarlo para mí mismo. Hasta pareciera que de esto no se puede escribir, quizá porque no está de moda o porque hoy se habla de otras cosas, pero me rebelo ante todo lo que me impida compartir y testimoniar lo que es importante, pro-fundo y esperanzador en nuestras vidas. Y no sé por qué, pero tengo la intuición de que no pocos lectores se sentirán en sintonía con esto que cuento y he vivido, porque lo aquí na-rrado, acontecido en una mañana de Epifanía en un pequeño pueblecito cercano al mar, no solo me ocurre ahí. Es decir, forma parte de nuestra condición humana y en ella el Señor siempre está a nuestro lado si le permitimos que lo esté. Les deseo lo mejor, queridos amigos. Y sigamos creyendo que en todo momento, aun en los más difíciles, tenemos motivos para la esperanza.