A veces los más viejos nos tapamos las orejas, so-mos demasiado nostálgicos y no ponemos atención. ¿Qué escuchan hoy los más pequeños? En los ’60 los niños se criaron con Pin Pon y el lavarse bien los dientes, en los ’80 con Mazapán y Zapallo y en los ’90 con Acuarela y Cachureos salvando la mosca de la sopa, pero todo cambió cuando el 2003 aparece “31 Minutos” y los hermanos Ilabaca llevan la música infantil a otro nivel. “Me da risa cuando hablan de poner en la casa un disco que se llama ‘Beatles Para niños’. Pongan simplemente los Beatles. ¿Por qué subestiman a los niños? Ellos no están para música tonta”, señaló al-guna vez Álvaro Díaz, la voz del Dinosaurio Anacleto y Juan Carlos Bodoque. La idea era novedosa: llevar temas más actuales a los niños de esta generación y, además, meterle buenas guitarras, bajo, una batería. Claramente, la locura resultó un éxito. Aprovechando este impulso, los propios Ilabaca armarían la banda Achú y otro proyecto cultural finan-ciado por el Estado daría pie a Tikitiklip. Ellos fueron capaces de algo impensado: música infantil que res-cata la cultura chilena, nuestra artesanía… ¡Y con buenas canciones! Epewtufe, en el último tiempo, fue más allá hablando del bullying, la adicción a las tec-nologías, la inclusión. Y los niños sí quieren escuchar qué está pasando. Aparecieron bandas como Mosquitas Muertas ha-blando mucho de cuidar el medio ambiente, liderados por el Lobo Ferock, cargados de reggae, ska, con sa-xos y violines, cantando sobre tener pesadillas en la noche y qué hacer. Música que por calidad instrumen-tal también es muy del agrado de los padres. Ya no es un escuchar la música de los hijos a la fuerza, sino un compartir algo en común. Música inteligente para los niños actuales. Yo Pongo Mondongo es otra banda infantil que la rompe cantando sobre el cuidado de animales y los más chicos saltan, se vuelven locos. “Un gatito en la casa trae puras cosas buenas”. El baterista golpea ritmos sacados de Foo Fighters y reparten papeles para armar avioncitos a la antigua y lanzarlos en el concierto. Para recordarnos que la vida se trata de jugar, también para los grandes. Así surgió en 2002 el primer festival solo para mú-sica infantil llamado Kids Rock, exitazo en el Parque Hurtado y primer paso para que un día alguien en un evento mucho más grande se hiciera la siguiente pre-gunta: ¿y qué tal un Kidzapalooza? Sí, por ahí han desfilado muchos de los grupos ya citados abriendo al mediodía en el mismo lugar donde más tarde tocó Soundgarden y Pearl Jam. Una instancia que se hizo familiar, que ha visto crecer a pequeños hoy adoles-centes. Y muchas bandas han visto la luz pensando en un día tocar ahí. Comandadas por músicos de gran nivel, que generalmente tienen otros proyectos, rockeros, andinos, de jazz, pero que descubrieron un espacio que llena su corazón de una forma que no espera-ban. “Uno se emociona cuando ve niños saltando con nuestra música, papás felices a su lado, sentir que nuestras letras les llegan”, cuenta Pablo Muñoz, gui-tarra y voz de los Mondongo. Porque para escribir una canción que llegue a los niños hay que volver a ser niño, meterse en su ca-beza, sumergirse en esa infancia que estaba lejos, pensar como ellos. Y en ese ejercicio que tan bien nos hace, notamos que la edad no es una barrera tan grande y puede dejar de existir por un rato. Porque a todos nos interesa el medio ambiente, comer bien, amar a las mascotas, jugar y ser felices. No es tan complicado. La música infantil es un hermoso puente.