Estimados miembros de la Familia Salesiana, amigos de Don Bosco: En estos momentos de incertidumbre se agradece sentirnos en comunión e ir respondiendo a las insinuaciones que el Espíritu Santo nos va señalando. Estamos llamados a hacer una lectura creyente de la realidad y a pedir el auxilio de María. Hemos vuelto a la presencialidad y hemos constatado las difi-cultades que esto significa. Muchos de nuestros jóvenes han per-dido el hábito de convivir y compartir con otros. La socialización y la capacidad de empatizar e interactuar emocionalmente se han visto afectadas significativamente. Por otra parte, muchos objeti-vos educativos no han sido alcanzados. Nuestro país vive incertidumbre social, política y económica. Con fe y mucha creatividad creemos que nuestra capacidad de compartir y servir ayudará a regenerar vínculos que nos permitan vivir un pro-yecto común. Este es también un modo para sentirnos cercanos a las personas que están sufriendo por sus familias, e igualmente cer-canos a los miles de migrantes que en estos días esperan acogida y que, lamentablemente, encuentran rechazo y violencia. Don Bosco sugería rezar a la Virgen de los “tiempos difíciles”: «Si queréis obtener gracias de la Santa Virgen haced una nove-na» (MB IX, 289). A todos los que luchan por construir un mundo mejor se los agradezco de corazón y les invito a invocar la presen-cia de María Auxiliadora. Invocamos la ayuda y protección de María Auxiliadora como la Virgen de los tiempos difíciles, como la llamaba Don Bosco. Como Inspectoría, lanzamos la campaña de “ser auxiliadores con la Auxiliadora”, las diversas iniciativas pastorales emprendidas en nuestras comunidades, especialmente por los jóvenes, nos llenan de gozo y esperanza. María, la jovencita de Nazaret, vivió “tiempos difíciles”, asu-miendo grandes desafíos desde una fe inquebrantable que la ubi-có en el corazón de los planes salvadores de Dios. Necesitamos que la Madre nos abra los ojos ante la necesidad de Dios de tan-tos que van negando sus raíces cristianas. Que ella nos encamine por el sendero del discipulado, en total disponibilidad al Padre; que de ella aprendamos a encarnar al Hijo para que nazca en nuestro tiempo; que con ella vayamos a toda prisa a proclamar su presencia y sus obras maravillosas; que nos abra a la novedad del Espíritu, que quiere seguir salvando a la humanidad de nuestro tiempo; que, sobre todo, aprendamos la fidelidad y la espera de los tiempos difíciles, hasta ser capaces de llegar con ella a la cruz, a la certeza de la Pascua y a la efusión del Espíritu desbordado. Por lo pronto, “María Auxiliadora” no debe ser ‘devoción inti-mista’, sino un modelo de caridad: María se pone al servicio de su prima Isabel. Nos invita y acompaña a recorrer ágilmente los nuevos caminos que requieran el anuncio de Cristo a nuestra ge-neración. María Auxiliadora nos ayude y acompañe para vivir en este tiempo y para dar un testimonio de amor ante un mundo su-frido y desesperanzado.