Estaba atento a escuchar a los pacientes, sus historias, angustias y miedos. Sabía que cuando no era posible superar la enfermedad, siem-pre se podía curar, consolar y hacer sentir una cercanía que demuestra preocupación por la persona. En todo era salesiano y salesiano “coadjutor”, es decir, no sacerdo-te. La vocación del salesiano laico forma parte de la fisonomía que Don Bosco quiso dar a la Congregación Salesiana. A ellos Don Bosco les dijo claramente: «Tengo necesidad de ustedes». El mismo Papa Francisco experimentó la intercesión eficaz de Arté-mides Zatti sobre la vocación del laico consagrado, cuando era provin-cial de los jesuitas en Argentina. En una carta escribió: «En 1976, durante una visita canónica a los misioneros jesuitas en el norte de la Argentina, me quedé por algunos días en el Arzobispado de Salta. Ahí, entre un discurso y otro, al final de los alimentos, el arzobispo Pérez me habló de la vida del señor Zatti. Me dio también la oportunidad de leer un libro sobre su vida. Me impresionó el hecho de que fuese un coadjutor para todos los efectos. En aquel momento sentí que debía pedir al Señor, por intercesión del señor Zatti, de mandarnos vocaciones de coadjutores. Hice novenas y pedí a las novicias hacerlas también». Luego, continúa: «Desde que iniciamos nuestras novenas al señor Za-tti, entraron en el instituto 23 jóvenes hermanos jesuitas que perseveran. Estoy convencido de que su intercesión en este problema, pues, conside-rando el número, es un caso raro en nuestra orden. Repito que estoy con-vencido de su intercesión, porque sé cuánto le rogamos como intercesor». Un espléndido y autorizado llamamiento para nosotros, pedir por la intercesión de Arté-mides Zatti, por el aumento de buenas y san-tas vocaciones de Salesianos Coadjutores. En este año dedicado a San Francisco de Sales, defensor y promotor de la vocación a la santidad para todos, el testimonio de Arté-mides Zatti nos recuerda, como afirma el Con-cilio Vaticano II: «Todos los fieles de cualquier estado y condición son llamados por el Señor, cada uno a su modo, a una santidad cuya per-fección es la misma del Padre celeste”.