El lugar donde hacemos pie -a decir de Kusch- trasciende la materialidad de una localización en tanto en él sucede y se despliega nuestra vivencia existencial. Es ésta la que con-vierte la naturaleza en paisaje, cuando resuena la tierra, en la textura de los vínculos que establecemos con ella. En el espesor del arraigo, se gesta la dimensión sensible de la te-rritorialidad mientras creamos y recreamos las relaciones que cobran sentido en cada cultura desplegando los más di-versos modos de habitarla, de referenciarla, de nombrarla, de vivenciarla y de cuidarla, también de desoírla. Dimensionar nuestro lugar en el mundo desde una perspec-tiva geocultural nos invita a revisar el modo de habitar nues-tros vínculos con la Madre naturaleza desde una mirada crí-tica, con la intención de volver a sentipensarla, invitándonos a contemplar sus mensajes, a escuchar su voz. ¡Y de esto, las niñas y los niños saben mucho!